Interesante diario del viaje de la Filarmónica de
Berlín a tierras orientales, donde los músicos y el propio director de la
orquesta exponen sus puntos de vista sobre diversos temas, el más interesante
de todos el que lleva al debate sobre el todo y las partes: difuminar el arte
propio en un conjunto, constituirse en un engranaje de una maquinaria que
aspira a la perfección, algo que entra en colisión con la individualidad, sobre
todo teniendo en cuenta (como resaltan los más novatos de la orquesta) la gran
cantidad de espacios que requieren los egos de cada artista. No es extraño que
este tema sea el principal de todo aquello que se dice en la cinta, ya que
hacer hablar sobre este contenido en un territorio como el asiático (el periplo
les lleva de Beijing –nuestro Pekín de toda la vida- a Tokio, pasando por Seúl,
Shanghái, Hong-Kong y Taipei) es hablar sobre el cambio de una mentalidad
colectiva (la China socialista) a otra más individualista (la japonesa y la de
las hipermodernizadas capitales que dominan el cotarro financiero), terminando
con una bella reflexión sobre el final de la gloria que, por estar filmada en
la capital del Japón, nos remite inevitablemente al maestro Ozu.
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