El veterano realizador sueco quería rendir homenaje
a la abuela de su esposa (quien tuviera el honor de ser la primera fotógrafa de
Suecia), contándonos su biografía entre unos pocos años antes y otros pocos
después (hasta su muerte) en torno a la Gran Guerra, un dramático hecho que
toma relativa importancia en el argumento… como la mayoría de los temas que
aparecen en el filme (las distintas formas de agrupaciones obreras, el
machismo, etc.), ya que no hay un tema más allá del de la buena señora
protagonista que parezca interesar a Troell. Y es que el filme se convierte en
un álbum vital que, como las fotografías tomadas durante las vacaciones, sólo
hace gracia a sus protagonistas. Fuimos muchos los espectadores que no acabamos
de entrar del todo en la historia, pues es el realizador quien atrapa para sí
toda la empatía de los personajes por formar parte de sus propios intereses
sentimentales, y la película se torna en un desarrollo plano, unidimensional, intranscendente
en la mayoría de las ocasiones, sin profundidad, el periplo anecdótico de una
mujer y los sufrimientos que ella y sus hijos tienen que padecer a manos de un
padre alcohólico y violento. Éste es el típico ejemplo de película de jubilado
sueco (que no se llame Bergman, por supuesto). El tiempo de reconocer la
sensibilidad y el lirismo a estos niveles en el cine coetáneo, con todos mis
respetos, ya pasó.
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