miércoles, 15 de febrero de 2017

ENTREVISTA A ROBERTO LOZANO



Éste es el extracto de una larga conversación mantenida con el director y productor vallisoletano Roberto Lozano en las oficinas de su productora CESNA el lunes 3 de noviembre a raíz del estreno de su cortometraje Mensajero del Sur, programado fuera de concurso en el marco de la sección Tiempo de Historia de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI).


Israel de Francisco: -Bueno, Roberto, esta no va a ser una entrevista al uso, sino más bien una conversación entre amigos.
Roberto Lozano: -Mejor, me siento mucho más cómodo de esta manera. Además, con lo que me gusta hablar… (risas).

-La verdad es que no quería presentarme aquí y comenzar con un “Roberto, ¿cómo surgió la idea de Mensajero del Sur?”. Supongo que habrás terminado aburrido de este tipo de preguntas.
-Como te podrás imaginar ha sido una semana muy dura. He llegado a dar hasta quince entrevistas del tirón y… bueno, sí, las circunstancias imponían que las preguntas fueran siempre por ahí. Supongo que es lo normal. En definitiva es ir a la esencia. Pero ahora puedo tener la oportunidad de desquitarme (risas). La verdad es que no me imaginaba que la cosa pudiera tener una repercusión tan grande. Hay que tener en cuenta que ahí está Pau Gasol, una de las figuras deportivas actualmente con más repercusión. Y además es una persona muy querida, que da sensación de cercanía y de humildad habiendo llegado a lo más alto de su disciplina, a la NBA, y eso hace mirarle de otra forma. Además como curiosidad te comentaré que cuando se rodó el cortometraje, en julio de 2007, todavía estaba en los Grizzlies, y Ezio, el chaval protagonista, salía en el documental con una camiseta de los Lakers. A Pau esto le hizo gracia, pero es que además en septiembre, es decir, un par de meses después de esto, él ya había firmado con el equipo de Los Angeles.

-Toda una premonición.
-Bueno, una curiosidad. Todos sabíamos que terminaría tarde o temprano en uno de los equipos grandes. Pero el chico parece que tuvo buen ojo.

-Y la SEMINCI, ¿tuvo buen ojo en el modo en el que programó vuestro corto? Porque no os hizo ningún favor al proyectar vuestra obra justo delante de un largometraje documental tan fuerte y tan impactante como el que siguió (Másik bolygó -Otro planeta, Ferenc Moldoványi-).
-Sí, en parte nos perjudicó algo en cuanto a su valoración, pero no hubo en ningún caso obra de mala fe. Para eso estaba el nuestro fuera de concurso, pues era una proyección especial. Por la temática de ambas obras sobre la situación de la infancia en el mundo en vías de desarrollo parecía que podían casar. Pero cada una opta por una mirada diferente. No hay que olvidar que el nuestro es un encargo de UNICEF y, por lo tanto, lo principal es el tema de la sensibilización. Es fundamental el enfoque positivo que la obra tiene que transmitir: no caer en catastrofismos que pueden hacer que la idea de la solidaridad caiga en saco roto. A veces los pequeños gestos son los más efectivos que imponerse la idea de cambiar el mundo de la noche a la mañana. Hay una frase de Leonard Cohen de dice “Aunque estoy convencido de que nada cambia, para mí es importante actuar como si no lo supiera”.

-De hecho yo lo visioné como un cuento filmado, algo que puede no corresponderse con el espíritu de la sección de Tiempo de Historia, donde todo es más realista. Vuestro corto está más en consonancia con el formato publicitario, pues tiene que vender una serie de ideas, como es el de la labor de los embajadores de buena voluntad de la ONU.
-Tengo un amigo que denomina a este tipo de películas como «documentajes», porque están entre el documental y el reportaje, dos formatos que se fusionan en un único producto. Nosotros no pretendemos decir cuál es la solución. Ese no es nuestro cometido ni nos sentimos preparados para ello. Pero sí mostrar que la esperanza existe, y que hay cosas que funcionan a un nivel muy puntual. Yo que he visto la labor de esa especie en peligro de extinción que son los misioneros, cuyo cometido ya no es tanto el de evangelizar y transmitir una serie de ideas como el de hacer efectiva una ayuda, me quito el sombrero ante ellos. Se merecen un monumento. Hay que fomentar la mirada constructiva. Y en este caso la figura de Pau Gasol se configura como un ejemplo. En la prensa estoy leyendo mucho que ojalá más personas que tengan su misma repercusión mediática tuvieran iniciativas como ésta. Además a él se le ve perfectamente que disfruta con esta actividad que se aparta por completo de la vorágine deportiva, publicitaria y demás que puede ser su vida. Se le ve en la cara que está involucrado al ciento por ciento, que no es algo de postín o para quedar bien ante la opinión pública.

-Una de las cosas que más me gustaron fueron cuando se muestra a una serie de chavales haciendo unas representaciones amateurs delante de sus vecinos, amigos y familiares, donde hablan de los problemas de su comunidad, desde el SIDA hasta los malos tratos. Y lo hacen de forma muy didáctica y efectiva, asumiendo unos roles que cada uno de ellos ve en su entorno. Y creo que eso lo habéis adaptado de una forma maravillosa, pues es el espíritu que marca la pauta de la obra: el didactismo y la efectividad a la hora de exponer un determinado mensaje.
-Además Gasol está muy sensibilizado con el tema del SIDA, y cuando se encontró con estos muchachos y sus representaciones los miraba con mucha atención, porque sin saber lo que están diciendo puedes captar perfectamente el mensaje. El teatro en África es una forma de educación que está muy extendida, hay mucha afición a su práctica. En concreto estas representaciones que se ven el documental son una variante de lo que ellos llaman palestra, y con ellas tratan temas que hasta ahora eran tabú, como es el del SIDA y sus formas de contagio, desterrando mitos como aquellos que dicen que se transmiten por un estornudo o por el contacto y haciendo hincapié de que la forma más efectiva de no contraer la enfermedad es utilizando el preservativo. Para nosotros esto es algo más que sabido, pero allí las cosas funcionan de otra manera, ya sea por la superstición o por la falta de información, por lo que este tipo de representaciones cumplen una labor social importantísima.

-La planificación ha sido fundamental para desarrollar vuestra labor, pues creo que habéis tenido el tiempo muy limitado por las imposiciones derivadas de la presencia de Pau Gasol.
-El rodaje tuvo que realizarse en cinco días, y eso limita mucho lo que puedes hacer de todo lo que tienes previamente en mente. Hay que llevar allí las ideas muy claras y todo muy previsto, porque con tan poco tiempo te ves en la necesidad de que haya el menor número de imprevistos que lastren el rodaje. Cuando fuimos a rodar a la casa de Ezio, el protagonista, no sabía con lo que me iba a encontrar. Y sólo teníamos ese día. Si hubiésemos tenido que localizar otra casa del mismo barrio nos hubiese retrasado mucho los planes, y teníamos la necesidad de emplazar a la gente, montar la obra de teatro, etc. De otra manera hubiese sido muy complicado. Hemos tenido que exprimir el tiempo al máximo. Luego eso no puede apreciarse en la cinta, pues son 25 minutos en los que parece que todo sucede prácticamente sin tránsitos. Pero esa es la magia del cine y el hecho de contar con buenos profesionales, como los directores de fotografía, Andoni Jaén y Omar de la Huerga, que hicieron una labor increíble unificando todas las tomas con el mismo color y la misma textura. Bueno, y el resto del equipo, por supuesto. Porque levantar un proyecto de esta envergadura es tan complicado…

-Muchas veces los críticos destrozamos esa ingente labor con adjetivos que parecen definitorios, y no nos damos cuenta del esfuerzo que supone realizar una película.
-Por eso no quise desperdiciar la oportunidad que da un acontecimiento como la SEMINCI para entablar conversaciones con el público, no sólo para conocer opiniones y valoraciones, que eso es fundamental, sino también para explicar las dificultades que conllevan este tipo de producciones. También Alberto Lecchi, el director de El frasco (presentado en la Sección Oficial), decía en uno de estos encuentros con el público que los directores tenemos algo de vanidad, pues no pasamos la oportunidad de explicar siempre que podemos lo complicado que es hacer una película.

-Y sin embargo hay un aspecto de tu cortometraje que es de halagar: no se te ve de ninguna manera. No digo físicamente, que eso ya puede llegar a ser el colmo. De hecho, un par de días antes de la proyección de tu película, vimos un documental de un tal Andrés di Tella en el que aparecía a los cinco minutos de metraje y “el notas” no volvía a salirse del encuadre durante el resto del documental.
-Es que eso es de juzgado de guardia. Cuando el director es el protagonista, sobre todo en un formato como el documental, apaga y vámonos.

-Pero también lo decía porque no hay alardes de dirección, te mantienes en un segundo plano, pues sabes de la responsabilidad de que hay una historia que contar y una idea que transmitir.
-Es que parece un tópico, pero una película no es del director. El director es alguien que tiene que ajustar a un grupo de personas para que todo funcione. Es como el director de una orquesta: todo es un conjunto, pero la última responsabilidad es de él.

-Como en el fútbol, que siempre se mira al entrenador. Pero claro, si los jugadores no corren…
-Por eso también me parece que hay una injusticia en tomar al director como responsable total, porque alguien puede que no tenga su día más inspirado: el director de fotografía no está inspirado, o los actores no se motivan… tanto en ficción como en el formato documental. En un festival como la SEMINCI el director es la estrella, y es al que más se le mira como gran artífice de los aciertos o los fallos, cuando en realidad el trabajo es muy coral. Yo también puedo hablar desde el punto de vista del productor, que en España no suele mirarse tanto, su labor se la tiene muy olvidada, pero sus riesgos son quizás mayores que los del director, y tenemos ejemplos de productores muy valientes. Su labor tiene un doble valor, porque no sólo exponen muchas veces parte de su dinero o su patrimonio, sino que tienen que invertir una gran cantidad de tiempo en sacar el proyecto adelante, en saber de dónde sacar la pasta, coordinar las aportaciones y gestionar su inversión. Y más, como decía, en un país como España, en el que por desgracia no estamos en nuestro mejor momento. Yo no sé exactamente cuál será el problema, porque tenemos muy buenos profesionales en todos los ámbitos, reconocidos a nivel internacional. Particularmente me encanta Fernando León de Aranoa, con una mirada muy personal, proyectos muy arriesgados tanto en ficción como en documental… Cada uno va escogiendo aquellos modelos con los que más sintoniza, con los que más se siente identificado, y para mí León de Aranoa es de los mejores. Porque además también escribe sus historias, que me parece algo fundamental, tomar las riendas del proyecto desde su gestación. En mi caso, cuando escribí Mensajero del Sur, yo no conocía al chaval protagonista, pues empecé a trabajarlo aquí. Lo que sí sabía que tenía que haber un chaval. Cuando conocí a Ezio empecé a pensar como él, tratar de meterme en su piel para saber lo que podría pensar y sentir. Intenté ser Ezio. Luego di allí los retoques que hacían a la historia y al personaje encajar mejor y poder conectar mejor con el espectador. No sé si ha quedado creíble o no, porque el resultado final depende de muchas cosas y cada espectador es un mundo, pero ese fue mi planteamiento inicial.

-Oye, volviendo a tu faceta como productor de la que antes hablabas, ¿qué motivaciones te pueden llevar a embarcarte en una producción documental? Porque los productos de ficción tiene la posibilidad de poder triunfar a nivel comercial, pero en el caso de los documentales hay muy pocos que se estrenen. Están los derechos que compran los canales de televisión, pero…
-En principio creo recordar que todos los documentales que he producido les he dirigido yo. Esto no es algo porque no confíe en nadie más que en mí ni nada parecido, sino porque aprovecho ambas labores fusionadas como pretexto para hacer lo que más me gusta en esta vida, que es viajar y poder conocer. En ese sentido soy un privilegiado, porque lo llevo haciendo desde que era un chaval, y esta profesión me da la oportunidad de desarrollarlo y, en cierta medida, poder mostrarlo a los demás, transmitir mi pasión. Es, en definitiva, una imperiosa necesidad vital de conocer el mundo, otras culturas de las que me había enamorado a través de los grandes viajeros, como Conrad, Javier Reverte, Paul Bowles o Kapuściński. Tengo que viajar, pero hacerlo rodando. Mi vida se va transformando en un una acumulación de experiencias, y cuando menciono un año determinado las referencias me llevan al lugar que ese mismo año visité y donde filmé. Es gratificante… pero a veces nos jugamos los huevos (risa nerviosa), como con uno de los últimos proyectos en Pakistán en colaboración con el ACNUR. Te puedes imaginar cómo está allí el tema con los refugiados, los talibanes que hacen de la zona su santuario particular… En este caso en concreto el proyecto es una producción propia y no teníamos financiado el proyecto, al contrario que cuando trabajamos para una ONG, pero hay otros trabajos más personales, lo mismo da que sea ficción o documental, en los que el riesgo está directamente unido a la locura.

-¿No serás un idealista? (risas) Lo digo sarcásticamente, por supuesto, porque el idealismo es fundamental para afrontar este tipo de proyectos.
-Sin duda hay un importante componente de idealismo. Por eso hace un par de años me embarqué, nunca mejor dicho, a producir un proyecto como El último viaje del almirante, porque me siento muy identificado con un personaje como Colón, un tío que no paró hasta conseguir su sueño y luchó contra todos los impedimentos que salieron a su paso. Superar los retos que te plantea la vida por una idea en la que confías es algo en lo que me reconozco plenamente. Con aquel proyecto tuvimos mucha suerte, porque contamos con un equipo de profesionales que, bueno, ya se vio como resultó el producto en su calidad, que es algo que llevó a Fox International Channel a distribuirlo por su canal en las plataformas digitales de España, Portugal y los países africanos de habla portuguesa. Y la Editorial Mc Graw-Hill Mauro Gil nos compró los derechos para hacer una edición especial para enseñar español en universidades americanas y canadienses, lo que demuestra que el cine es, además de un medio de evasión, una herramienta de primera mano para el conocimiento didáctico y de difusión cultural. Ahí tienes a los americanos cómo han conseguido difundir su cultura.

-Este tipo de salidas para los cortometrajes y los documentales, ¿en qué proporción llegan por sí solas o, por el contrario, hay que buscarlas?
-Las dos cosas. Hay empresas que tienen mucho interés porque ven las películas en los festivales donde se presentan, a donde no sólo los llevas para concursar y esperar a ver si cae algún premio, sino también para mostrar el trabajo y que alguien se interese por él. Otras veces hay que plantearse el potencial de un trabajo, las posibilidades comerciales que incluso más alejadas pueden estar de lo que normalmente se tiende a pensar, que suele ser la televisión. Con Mensajero del Sur tenemos mucho hecho por la presencia de Pau Gasol, que seguramente nos va a ayudar a crear un mayor interés por parte de posibles distribuidores. 

-Y a partir de ahora, después de que pase un breve tiempo de merecido descanso, ¿cuáles son tus siguientes proyectos? Porque el sector audiovisual puede verse afectado muy seriamente por la crisis.
-No hay duda de que esta situación va a ser para todos, y que muchos grifos se van a cortar. Ahora mismo estamos con la postproducción del documental que antes te contaba que hemos rodado en Pakistán, que se titulará Yelda (La noche más larga), y que cuenta el paso traumático de un niño refugiado de la infancia a una madurez obligada, de una forma muy brusca, porque en esa parte del mundo parece que no hay lugar para la infancia. Antes también terminaré el montaje de una coproducción con Seventhe Film, un cortometraje ficción que se titula La solución Bolívar, también esta serie para UNICEF, y posiblemente un rodaje para el año que viene en Afganistán y otro en Etiopía. Contar lo que está pasando en esas partes del mundo me parece, más que interesante, fundamental.

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