miércoles, 15 de febrero de 2017

PLUS TARD, TU COMPRENDRAS (Más tarde comprenderás), de Amos Gitai




Hay en esta película algo que inevitablemente me lleva a pensar en Caché (Escondido) (Cache, Michael Haneke, 2005): el pasado que se cuela por una brecha del presente, provocando una hemorragia con politraumatismo. “Las bases de nuestra cultura se asientan sobre los pilares de la barbarie”, escribía Walter Benjamin, un perseguido por el nazismo que optó por tomar ese atajo llamado suicidio. En su obra, como en estos dos filmes, conviven pasado y presente como dos malos vecinos: el presente es fluido (plano secuencia), el pasado es disperso (montaje rápido). Nuestra percepción de la realidad se diluye como un reloj líquido, mientras que la memoria es un precipitado cúmulo de recuerdos dispersos. Es entonces cuando el montaje (su formato) se vuelve alegoría, pues es el tiempo en el que ya prácticamente no existen los testigos directos (no privilegiados) del Holocausto, y Auschwitz se convierte en el supremo símbolo del horror. Son sus restos, esas cenizas en las que se convirtieron sus moradores, las que llegan hasta nuestros días para emborronar nuestra flamante Historia europea: mientras un tribunal juzga a Klaus Barbie (la TV otorga al suceso carácter de espectáculo) unas funcionarias tasan el precio del miedo, del horror, de la denuncia, de la muerte… Si no estuviéramos tan acostumbrados a esta forma de chantaje tendríamos que vomitar al darnos cuenta de que cuanto más nos pagan más barato vendemos nuestro culo.

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