miércoles, 15 de febrero de 2017

MENSAJERO DEL SUR, de Roberto Lozano




La importancia del contexto y las circunstancias: si no fuera por la presencia de Pau Gasol este cortometraje no llamaría la atención; si no fuera porque es la SEMINCI (y se hubiera proyectado en otro festival dedicado a los temas sociales y humanitarios) a la película no se la criticaría en cuanto a su realización y sí en cuanto a su contenido; y si no hubiese sido por el documental que le siguió no hubiera parecido un anuncio de la Coca-Cola. Y, sin embargo, ahí puede radicar su esencia, ya que hay que valorarlo más en términos publicitarios que cinematográficos, pues la clave del cortometraje está en su finalidad, que es la de vender un producto, aunque éste sea la ayuda humanitaria, por lo que sus atributos deben de ser la efectividad y el didactismo. Por eso dentro del argumento están inscritas unas escenas en las que un grupo de jóvenes hacen funciones para sus vecinos y amigos en los que, en plan amateur, tratan de explicar las conductas de riesgo para contraer el SIDA o la humillación que significan los malos tratos. Es entonces cuando la cinta se convierte en un altavoz de ese sentido, pues sus ecos reverberan en sus fotogramas, atrapando los atributos de lo que significa la enseñanza de la realidad a través de la simple representación, pues es de agradecer que el realizador se mantenga en un segundo plano (no como en el documental argentino de El país del diablo) para dar preeminencia a una historia que solo podía mostrarse en formato de cuento que acaba por terminar necesariamente bien.

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