En todo documental sobre testimonios queremos
(perdón, exigimos) que se nos ofrezcan relatos de ambas partes en conflicto.
Aquí, al tratar el tema de la lacra terrorista y sus funestas consecuencias,
nos preguntamos: ¿es de alguna manera necesario que sepamos qué argumentos
puede argüir alguien para justificar el acoso, la extorsión y el tiro en la
nuca? Del documental de Iñaki Arteta se puede criticar que, para hablar de una
realidad tan dramática y compleja como la que sufren muchas personas en
Euskadi, elija en esta ocasión la de aquellos que se han visto obligados a
convertirse en exiliados, lo cual no deja de ser una mirada sesgada. Y es que a
uno tiene le embarga la sensación de cansancio, pues a pesar de no dejar de
sentir rabia y solidaridad por todas las personas afectadas por esa lacra
fascista del que quiere imponer el pensamiento único a través del terror, el
hastío puede llegar a apoderarse del espectador al asistir a un nuevo ejemplo
(otro más) de cine en torno a ETA, ya que los únicos que no parecen enterarse
son los mismos de siempre, esos que jamás verán este desgarrador desfile de seres
desarraigados y desubicados que son los únicos capaces de tomar para sí con
toda su verdadera carga el título de víctimas. Hay un claro mensaje que
compartimos al cien por cien con el realizador: que tengamos que seguir
explicando la auténtica dimensión del término «libertad» es, a estas alturas de
la Historia, tan frustrante como aterradoramente dramático.
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