Éste es el extracto de una larga conversación
mantenida con el director y productor vallisoletano Roberto Lozano en las
oficinas de su productora CESNA el lunes 3 de noviembre a raíz del estreno de
su cortometraje Mensajero del Sur,
programado fuera de concurso en el marco de la sección Tiempo de Historia de la Semana Internacional
de Cine de Valladolid (SEMINCI).
Israel de
Francisco: -Bueno, Roberto, esta no va a ser una entrevista al uso, sino más
bien una conversación entre amigos.
Roberto Lozano: -Mejor, me siento mucho más
cómodo de esta manera. Además, con lo que me gusta hablar… (risas).
-La verdad es que
no quería presentarme aquí y comenzar con un “Roberto, ¿cómo surgió la idea de Mensajero del Sur?”. Supongo que habrás terminado aburrido de este tipo de preguntas.
-Como te podrás imaginar ha sido una semana
muy dura. He llegado a dar hasta quince entrevistas del tirón y… bueno, sí, las
circunstancias imponían que las preguntas fueran siempre por ahí. Supongo que
es lo normal. En definitiva es ir a la esencia. Pero ahora puedo tener la
oportunidad de desquitarme (risas). La verdad es que no me imaginaba que la
cosa pudiera tener una repercusión tan grande. Hay que tener en cuenta que ahí
está Pau Gasol, una de las figuras deportivas actualmente con más repercusión.
Y además es una persona muy querida, que da sensación de cercanía y de humildad
habiendo llegado a lo más alto de su disciplina, a la NBA, y eso hace mirarle de
otra forma. Además como curiosidad te comentaré que cuando se rodó el
cortometraje, en julio de 2007, todavía estaba en los Grizzlies, y Ezio, el
chaval protagonista, salía en el documental con una camiseta de los Lakers. A
Pau esto le hizo gracia, pero es que además en septiembre, es decir, un par de
meses después de esto, él ya había firmado con el equipo de Los Angeles.
-Toda una
premonición.
-Bueno, una curiosidad. Todos sabíamos que
terminaría tarde o temprano en uno de los equipos grandes. Pero el chico parece
que tuvo buen ojo.
-Y la SEMINCI, ¿tuvo buen ojo en
el modo en el que programó vuestro corto? Porque no os hizo ningún favor al
proyectar vuestra obra justo delante de un largometraje documental tan fuerte y
tan impactante como el que siguió (Másik
bolygó -Otro planeta, Ferenc
Moldoványi-).
-Sí, en parte nos perjudicó algo en cuanto a
su valoración, pero no hubo en ningún caso obra de mala fe. Para eso estaba el
nuestro fuera de concurso, pues era una proyección especial. Por la temática de
ambas obras sobre la situación de la infancia en el mundo en vías de desarrollo
parecía que podían casar. Pero cada una opta por una mirada diferente. No hay
que olvidar que el nuestro es un encargo de UNICEF y, por lo tanto, lo
principal es el tema de la sensibilización. Es fundamental el enfoque positivo
que la obra tiene que transmitir: no caer en catastrofismos que pueden hacer
que la idea de la solidaridad caiga en saco roto. A veces los pequeños gestos
son los más efectivos que imponerse la idea de cambiar el mundo de la noche a
la mañana. Hay una frase de Leonard Cohen de dice “Aunque estoy convencido de
que nada cambia, para mí es importante actuar como si no lo supiera”.
-De hecho yo lo
visioné como un cuento filmado, algo que puede no corresponderse con el
espíritu de la sección de Tiempo de Historia, donde todo es más realista. Vuestro
corto está más en consonancia con el formato publicitario, pues tiene que
vender una serie de ideas, como es el de la labor de los embajadores de buena
voluntad de la ONU.
-Tengo un amigo que denomina a este tipo de
películas como «documentajes», porque están entre el documental y el reportaje,
dos formatos que se fusionan en un único producto. Nosotros no pretendemos
decir cuál es la solución. Ese no es nuestro cometido ni nos sentimos
preparados para ello. Pero sí mostrar que la esperanza existe, y que hay cosas
que funcionan a un nivel muy puntual. Yo que he visto la labor de esa especie
en peligro de extinción que son los misioneros, cuyo cometido ya no es tanto el
de evangelizar y transmitir una serie de ideas como el de hacer efectiva una
ayuda, me quito el sombrero ante ellos. Se merecen un monumento. Hay que
fomentar la mirada constructiva. Y en este caso la figura de Pau Gasol se
configura como un ejemplo. En la prensa estoy leyendo mucho que ojalá más
personas que tengan su misma repercusión mediática tuvieran iniciativas como
ésta. Además a él se le ve perfectamente que disfruta con esta actividad que se
aparta por completo de la vorágine deportiva, publicitaria y demás que puede
ser su vida. Se le ve en la cara que está involucrado al ciento por ciento, que
no es algo de postín o para quedar bien ante la opinión pública.
-Una de las cosas
que más me gustaron fueron cuando se muestra a una serie de chavales haciendo
unas representaciones amateurs
delante de sus vecinos, amigos y familiares, donde hablan de los problemas de
su comunidad, desde el SIDA hasta los malos tratos. Y lo hacen de forma muy
didáctica y efectiva, asumiendo unos roles que cada uno de ellos ve en su
entorno. Y creo que eso lo habéis adaptado de una forma maravillosa, pues es el
espíritu que marca la pauta de la obra: el didactismo y la efectividad a la
hora de exponer un determinado mensaje.
-Además Gasol está muy sensibilizado con el
tema del SIDA, y cuando se encontró con estos muchachos y sus representaciones
los miraba con mucha atención, porque sin saber lo que están diciendo puedes
captar perfectamente el mensaje. El teatro en África es una forma de educación
que está muy extendida, hay mucha afición a su práctica. En concreto estas
representaciones que se ven el documental son una variante de lo que ellos
llaman palestra, y con ellas tratan
temas que hasta ahora eran tabú, como es el del SIDA y sus formas de contagio,
desterrando mitos como aquellos que dicen que se transmiten por un estornudo o
por el contacto y haciendo hincapié de que la forma más efectiva de no contraer
la enfermedad es utilizando el preservativo. Para nosotros esto es algo más que
sabido, pero allí las cosas funcionan de otra manera, ya sea por la
superstición o por la falta de información, por lo que este tipo de
representaciones cumplen una labor social importantísima.
-La planificación
ha sido fundamental para desarrollar vuestra labor, pues creo que habéis tenido
el tiempo muy limitado por las imposiciones derivadas de la presencia de Pau
Gasol.
-El rodaje tuvo que realizarse en cinco días,
y eso limita mucho lo que puedes hacer de todo lo que tienes previamente en
mente. Hay que llevar allí las ideas muy claras y todo muy previsto, porque con
tan poco tiempo te ves en la necesidad de que haya el menor número de
imprevistos que lastren el rodaje. Cuando fuimos a rodar a la casa de Ezio, el
protagonista, no sabía con lo que me iba a encontrar. Y sólo teníamos ese día.
Si hubiésemos tenido que localizar otra casa del mismo barrio nos hubiese
retrasado mucho los planes, y teníamos la necesidad de emplazar a la gente,
montar la obra de teatro, etc. De otra manera hubiese sido muy complicado.
Hemos tenido que exprimir el tiempo al máximo. Luego eso no puede apreciarse en
la cinta, pues son 25 minutos en los que parece que todo sucede prácticamente
sin tránsitos. Pero esa es la magia del cine y el hecho de contar con buenos
profesionales, como los directores de fotografía, Andoni Jaén y Omar de la Huerga, que hicieron una
labor increíble unificando todas las tomas con el mismo color y la misma
textura. Bueno, y el resto del equipo, por supuesto. Porque levantar un
proyecto de esta envergadura es tan complicado…
-Muchas veces los
críticos destrozamos esa ingente labor con adjetivos que parecen definitorios,
y no nos damos cuenta del esfuerzo que supone realizar una película.
-Por eso no quise desperdiciar la oportunidad
que da un acontecimiento como la
SEMINCI para entablar conversaciones con el público, no sólo
para conocer opiniones y valoraciones, que eso es fundamental, sino también
para explicar las dificultades que conllevan este tipo de producciones. También
Alberto Lecchi, el director de El frasco
(presentado en la
Sección Oficial), decía en uno de estos encuentros con el
público que los directores tenemos algo de vanidad, pues no pasamos la
oportunidad de explicar siempre que podemos lo complicado que es hacer una
película.
-Y sin embargo hay
un aspecto de tu cortometraje que es de halagar: no se te ve de ninguna manera.
No digo físicamente, que eso ya puede llegar a ser el colmo. De hecho, un par
de días antes de la proyección de tu película, vimos un documental de un tal
Andrés di Tella en el que aparecía a los cinco minutos de metraje y “el notas”
no volvía a salirse del encuadre durante el resto del documental.
-Es que eso es de juzgado de guardia. Cuando
el director es el protagonista, sobre todo en un formato como el documental,
apaga y vámonos.
-Pero también lo
decía porque no hay alardes de dirección, te mantienes en un segundo plano,
pues sabes de la responsabilidad de que hay una historia que contar y una idea
que transmitir.
-Es que parece un tópico, pero una película
no es del director. El director es alguien que tiene que ajustar a un grupo de
personas para que todo funcione. Es como el director de una orquesta: todo es
un conjunto, pero la última responsabilidad es de él.
-Como en el
fútbol, que siempre se mira al entrenador. Pero claro, si los jugadores no
corren…
-Por eso también me parece que hay una
injusticia en tomar al director como responsable total, porque alguien puede
que no tenga su día más inspirado: el director de fotografía no está inspirado,
o los actores no se motivan… tanto en ficción como en el formato documental. En
un festival como la SEMINCI
el director es la estrella, y es al que más se le mira como gran artífice de
los aciertos o los fallos, cuando en realidad el trabajo es muy coral. Yo
también puedo hablar desde el punto de vista del productor, que en España no
suele mirarse tanto, su labor se la tiene muy olvidada, pero sus riesgos son
quizás mayores que los del director, y tenemos ejemplos de productores muy
valientes. Su labor tiene un doble valor, porque no sólo exponen muchas veces
parte de su dinero o su patrimonio, sino que tienen que invertir una gran
cantidad de tiempo en sacar el proyecto adelante, en saber de dónde sacar la
pasta, coordinar las aportaciones y gestionar su inversión. Y más, como decía,
en un país como España, en el que por desgracia no estamos en nuestro mejor
momento. Yo no sé exactamente cuál será el problema, porque tenemos muy buenos
profesionales en todos los ámbitos, reconocidos a nivel internacional.
Particularmente me encanta Fernando León de Aranoa, con una mirada muy
personal, proyectos muy arriesgados tanto en ficción como en documental… Cada
uno va escogiendo aquellos modelos con los que más sintoniza, con los que más
se siente identificado, y para mí León de Aranoa es de los mejores. Porque
además también escribe sus historias, que me parece algo fundamental, tomar las
riendas del proyecto desde su gestación. En mi caso, cuando escribí Mensajero del Sur, yo no conocía al
chaval protagonista, pues empecé a trabajarlo aquí. Lo que sí sabía que tenía
que haber un chaval. Cuando conocí a Ezio empecé a pensar como él, tratar de
meterme en su piel para saber lo que podría pensar y sentir. Intenté ser Ezio.
Luego di allí los retoques que hacían a la historia y al personaje encajar
mejor y poder conectar mejor con el espectador. No sé si ha quedado creíble o
no, porque el resultado final depende de muchas cosas y cada espectador es un
mundo, pero ese fue mi planteamiento inicial.
-Oye, volviendo a
tu faceta como productor de la que antes hablabas, ¿qué motivaciones te pueden
llevar a embarcarte en una producción documental? Porque los productos de
ficción tiene la posibilidad de poder triunfar a nivel comercial, pero en el
caso de los documentales hay muy pocos que se estrenen. Están los derechos que
compran los canales de televisión, pero…
-En principio creo recordar que todos los
documentales que he producido les he dirigido yo. Esto no es algo porque no
confíe en nadie más que en mí ni nada parecido, sino porque aprovecho ambas
labores fusionadas como pretexto para hacer lo que más me gusta en esta vida,
que es viajar y poder conocer. En ese sentido soy un privilegiado, porque lo
llevo haciendo desde que era un chaval, y esta profesión me da la oportunidad
de desarrollarlo y, en cierta medida, poder mostrarlo a los demás, transmitir
mi pasión. Es, en definitiva, una imperiosa necesidad vital de conocer el
mundo, otras culturas de las que me había enamorado a través de los grandes
viajeros, como Conrad, Javier Reverte, Paul Bowles o Kapuściński. Tengo que viajar, pero hacerlo rodando. Mi vida se va
transformando en un una acumulación de experiencias, y cuando menciono un año
determinado las referencias me llevan al lugar que ese mismo año visité y donde
filmé. Es gratificante… pero a veces nos jugamos los huevos (risa nerviosa),
como con uno de los últimos proyectos en Pakistán en colaboración con el ACNUR.
Te puedes imaginar cómo está allí el tema con los refugiados, los talibanes que
hacen de la zona su santuario particular… En este caso en concreto el proyecto
es una producción propia y no teníamos financiado el proyecto, al contrario que
cuando trabajamos para una ONG, pero hay otros trabajos más personales, lo
mismo da que sea ficción o documental, en los que el riesgo está directamente
unido a la locura.
-¿No serás un
idealista? (risas) Lo digo sarcásticamente, por supuesto, porque el idealismo
es fundamental para afrontar este tipo de proyectos.
-Sin duda hay un importante componente de
idealismo. Por eso hace un par de años me embarqué, nunca mejor dicho, a
producir un proyecto como El último viaje
del almirante, porque me siento muy identificado con un personaje como
Colón, un tío que no paró hasta conseguir su sueño y luchó contra todos los
impedimentos que salieron a su paso. Superar los retos que te plantea la vida
por una idea en la que confías es algo en lo que me reconozco plenamente. Con
aquel proyecto tuvimos mucha suerte, porque contamos con un equipo de
profesionales que, bueno, ya se vio como resultó el producto en su calidad, que
es algo que llevó a Fox International Channel a distribuirlo por su canal en
las plataformas digitales de España, Portugal y los países africanos de habla
portuguesa. Y la
Editorial Mc Graw-Hill Mauro Gil nos compró los derechos para
hacer una edición especial para enseñar español en universidades americanas y
canadienses, lo que demuestra que el cine es, además de un medio de evasión,
una herramienta de primera mano para el conocimiento didáctico y de difusión
cultural. Ahí tienes a los americanos cómo han conseguido difundir su cultura.
-Este tipo de
salidas para los cortometrajes y los documentales, ¿en qué proporción llegan
por sí solas o, por el contrario, hay que buscarlas?
-Las dos cosas. Hay empresas que tienen mucho
interés porque ven las películas en los festivales donde se presentan, a donde
no sólo los llevas para concursar y esperar a ver si cae algún premio, sino
también para mostrar el trabajo y que alguien se interese por él. Otras veces
hay que plantearse el potencial de un trabajo, las posibilidades comerciales
que incluso más alejadas pueden estar de lo que normalmente se tiende a pensar,
que suele ser la televisión. Con Mensajero
del Sur tenemos mucho hecho por la presencia de Pau Gasol, que seguramente
nos va a ayudar a crear un mayor interés por parte de posibles distribuidores.
-Y a partir de
ahora, después de que pase un breve tiempo de merecido descanso, ¿cuáles son
tus siguientes proyectos? Porque el sector audiovisual puede verse afectado muy
seriamente por la crisis.
-No hay duda de que
esta situación va a ser para todos, y que muchos grifos se van a cortar. Ahora
mismo estamos con la postproducción del documental que antes te contaba que
hemos rodado en Pakistán, que se titulará Yelda
(La noche más larga), y que cuenta el paso traumático de un niño refugiado de
la infancia a una madurez obligada, de una forma muy brusca, porque en esa
parte del mundo parece que no hay lugar para la infancia. Antes también
terminaré el montaje de una coproducción con Seventhe Film, un cortometraje
ficción que se titula La solución Bolívar,
también esta serie para UNICEF, y posiblemente un rodaje para el año que viene
en Afganistán y otro en Etiopía. Contar lo que está pasando en esas partes del
mundo me parece, más que interesante, fundamental.